jueves, 10 de mayo de 2012

EDUCACIÓN Y PROYECTO DE VIDA


Educación y Proyecto de Vida

Equipo Episcopal de Educación Católica Oficina del Libro C.E.A.
24 - julio - 1985

Destinatarios del documento

La educación no constituye para la Iglesia una tarea de proselitismo ni un beneficio reservado a la promoción de sus fieles. La misión de educar la asume como preocupación y responsabilidad de servicio prioritario para todos los hombres y para todo el hombre.

Por cierto y con mayor énfasis corresponde tener en cuenta a los padres de familia como "primeros y principales educadores de sus hijos" (GE. 3; DIM. 1 c). "La familia es la primera escuela de las virtudes sociales que todas las sociedades necesitan" (GE. 3).

Por otra parte, el tema obliga a dialogar específicamente con los profesionales de la educación: investigadores, directivos, psicopedagogos, maestros y profesores, a quienes compete sin duda una revisión de la tarea frente a la variedad de los nuevos planteos y requerimientos de nuestra situación.

No menor responsabilidad educativa tienen de hecho, los agentes de los medios de comunicación social, a quienes entendemos dirigirnos encarecidamente por su mayor gravitación en el clima cultural del pueblo y, sobre todo, por su influencia plasmadora en la mente y el corazón de las nuevas generaciones.

Queremos compartir estas preocupaciones con los y dirigentes sociales y políticos y todos aquellos, en s fin, que perciben esta hora como un llamado a la responsabilidad de crear un mundo mejor.

La intención del documento

La educación ha sido ya tema específico de numerosos documentos eclesiales, entre los cuales deben destacarse; la encíclica "Divine íllius Magistri", la declaración conciliar "Gravissimum educationis momentum", los documentos de Medellín (Nº 4: Educación) el documento de Puebla (1012-1062), "La escuela católica", "El laico católico, testigo de la fe en la escuela", "Iglesia y Comunidad Nacional" y diversas declaraciones del Episcopado argentino y de la Comisión episcopal de educación. Tales textos - que suponemos conocidos - constituyen el basamento doctrinal de este nuevo documento, cuyo objeto no es repetir sus enseñanzas y directivas sino desarrollarlas con cierto grado de detenimiento, dentro del marco referencial de la realidad argentina contemporánea.

A tal fin, nos proponemos:

a. Definir, en primer lugar, con claridad y firmeza, nuestra concepción de la educación y señalar sus caracteres distintivos, frente a otras concepciones basadas en ideologías claramente antipersonalistas, materialistas, hedonistas o suficientemente ambiguas como para generar serios desvíos en la tarea educativa. 

b. En segundo lugar nos proponemos ordenar y desarrollar los principios ético-jurídicos aplicables a la escuela y al sistema educativo, enfocados desde el ángulo del derecho natural y del derecho constitucional argentino.

c. Finalmente, nos proponemos estudiar también la misión educativa de la Iglesia en su conjunto, desde el ángulo específicamente pastoral, y a modo de anticipo del proyecto educativo-pastoral del Episcopado, que, a su vez, habrá de servir de marco referencial e ideario básico de los proyectos particulares de las diversas comunidades educativas católicas de nuestro país (Cf. DP. 1050).


Parte I. El Quehacer Educativo.
Capítulo I : La Verdad sobre el Hombre, Imagen Directriz de la Educación.

1. Imagen del hombre y educación

La tarea de educar, como empeño de ayudar al hombre a lograr su plenitud, ha de partir de una adecuada concepción del hombre como persona en comunidad de personas. DP.

Esa imagen del hombre no puede considerarse cabal si no conlleva el sentido de la vida, el por qué y el para que del existir. Tan sólo entonces el hombre percibirá la prioridad del hacerse sobre el hacer. La tarea nuclear de la educación consiste pues en perfilar, proponer y motivar esa concepción del hombre de modo que tales convicciones básicas resulten para los educandos la "imagen conductora" de su accionar en todo momento de la vida.

2. El hombre, proyecto de vida

El hombre no sólo es el único ser de la tierra capaz de proyectos, sino que él mismo es proyecto, no ya solamente por su innata programación genética, sino también por la riqueza de su espíritu encarnado que tiende a desplegar sus virtualidades. A ese proyecto básico, ínsito por Dios en la naturaleza del ser humano nos referimos al decir que el hombre es un proyecto dinámico. Vivir humanamente es el resultado de un armónico desarrollo integral e integrado del triple nivel que caracteriza al hombre: el nivel vegetativo, el perceptivo-motor del vivir animal y el nivel de la vida propia del espíritu que penetra la esencia de las cosas, razona, decide y ama, crea el mundo de la ciencia, de la técnica, del arte, descubre la vocación moral (Cf. GS. El hombre se percibe a sí mismo como un ser "llamado a elegir un proyecto de vida en conformidad con su propio ser". Concebimos la educación como la tarea personal y comunitaria de llevar a cabo ese proyecto de vida, es decir, capacitarse para autoconducir y perfeccionar la vida conforme con las exigencias profundas del propio ser y de las llamadas realistas de la hora que le toca vivir.

Proyecto de vida no son pues, las ocurrencias antojadizas con que llenamos el tiempo de la vida, sino la orientación organizada de los esfuerzos para dar vida a la vida. El dinamismo a que aludimos es esa actividad interiorque consiste en tomar conciencia de la realidad, buscar la verdad, reflexionar, elaborar experiencia, brindar amor profundo, crear orden y belleza, meditar, contemplar.

Pero la imagen del hombre a partir de la cual la educación cristiana despliega su quehacer, es una imagen infinitamente más dilatada y profunda. La imagen del hombre cristiano resulta una imagen maravillosa, misteriosa, con insondables consecuencias para la existencia.

3. Cuadro de situación del hombre

Junto con esa concepción del hombre que nos señala metas para orientarlo hacia su plenitud, nos encontramos con el cuadro de la situación del hombre como punto de partida desde el cual tenemos que organizar las acciones educativas. El Concilio Vatic ano II al proclamar la íntima unión de la Iglesia con la familia humana universal y la solidaridad con los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, traza en su exposición preliminar ese cuadro de situación del hombre en el mundo de hoy (Cf. GS. De una concepción estática de la sociedad, la vida y la historia, a un enfoque dinámico, problematizante, deseoso de intervención transformadora de todo lo dado y preocupada prospectivamente para forjar un futuro mejor. También merecen ser valoradas y rescatadas, en su riqueza potencial, la mayor gravitación de la juventud y la mayor presencia de la mujer en todas las manifestaciones de la vida social, política y laboral.

En esta perspectiva comprobamos que entre las naciones de Latinoamérica se afianza cada vez más un deseo de mayor solidaridad frente a problemas comunes que constituyen un verdadero desafío:

- La urgente necesidad de sana autonomía en la vida económica, política y social para superar el "neocolonialismo" y las condiciones opresoras que no permiten superar la situación de dependencia.

La educación no puede ignorar esta realidad compleja y desafiante, pues le compete a ella formar hombres capaces de asumirla y conducirla, con atención constante a los signos de los tiempos. Y siempre será prioritario atender al desarrollo integral del hombre que será el mejor modo de proveer hombres para el desarrollo.

4. El hombre en diálogo con su realidad: la educación permanente

La educación exige fidelidad al hombre concreto y debe considerarlo en todo momento como un ser en diálogo con su cambiante realidad individual y social. Dado que el hombre va gestando su personalidad en ese diálogo con su vida, su circunstancia, su edad, su historia, su prospectiva del futuro, muchos se plantean la educación en términos de mero equilibrio y adaptación, renunciando a concebir al hombre como un ser en tensión permanente, llamado a trascenderse hacia valores perennes. Otros le proponen una constante actualización para poder vivir acorde con un mundo nuevo de transformaciones aceleradas y como meta de la educación, el "aprender a aprender". Pero no se le puede proponer al hombre como fin último de la educación un proceso de aprendizaje indefinido por sí mismo. Pero el parámetro definitivo lo constituirá el "aprender a ser".

Educación permanente será entonces capacitar al hombre para emerger como persona en cada una de sus respuestas a la vida. Será la educación de lo permanente del hombre, sus constitutivos esenciales; para lo permanente del hombre, su vocación trascendente. La educación permanente implica ciertas actitudes frente a la vida y ciertas tareas constantes propias de ese continuo desarrollo que caracteriza al hombre y que han de ejercerse desde el nacer hasta el morir: apertura y humilde disposición de aprendizaje constante; esfuerzo personal y comunitario concreto para superar la ley del menor esfuerzo y asumir creativamente el compromiso con la vida; intercambiar experiencias enriquecedoras; transformar toda comunidad y todo espacio en comunidad y espacio educativos; transformar toda novedad en situación de aprendizaje (cada edad de la vida, cada etapa, condición o particular circunstancia, cada ámbito de acción); elaboración permanente de experiencia; constante cotejo crítico a partir del proyecto de vida elegido. No consideramos la educación permanente como un mero sinónimo de educación continua, educación de postgrado, educación de adultos, educación popular, la totalidad del sistema educativo, actualización, ampliación de la cultura personal. Este concepto nos exige un verdadero cambio educativo: la misma educación inicial ha de ser la mejor base para una educación permanente.

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